La ansiedad es una de las consultas más frecuentes en la clínica de comportamiento canino. Los tutores suelen observar en sus perros signos como agitación, temblores, conductas destructivas o problemas para quedarse solos, pero pocas veces se imaginan que detrás de estas conductas puede existir un trastorno complejo: el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG).
Un reciente estudio realizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) (2023) ha adaptado los criterios diagnósticos del TAG descritos en humanos al perro, confirmando la importancia de reconocer esta condición desde la medicina veterinaria del comportamiento. Sus resultados revelan no solo la prevalencia de este trastorno en la población canina, sino también los principales signos conductuales y fisiológicos asociados.
¿Qué es el Trastorno de Ansiedad Generalizada en perros?
En medicina humana, el TAG se describe como una alteración caracterizada por una preocupación excesiva y persistente, acompañada de síntomas físicos como tensión muscular, taquicardia o problemas gastrointestinales (American Psychiatric Association, 2013).
El estudio de la UNAM muestra que estos mismos parámetros pueden observarse en perros:
- Tensión muscular (presente en más del 70% de los casos).
- Hiperactividad, con un riesgo hasta 23 veces mayor de estar asociada al TAG.
- Problemas gastrointestinales sin causa aparente, 11 veces más frecuentes en perros diagnosticados con el trastorno.
- Agresividad y hipervigilancia como conductas de riesgo adicionales.
- Constantes fisiológicas elevadas (frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria y temperatura), que se mantienen alteradas durante largos períodos.
Lo más llamativo es que la prevalencia estimada de TAG en perros fue del 5% en la población estudiada, una cifra que coincide con estudios realizados en humanos y que pone de relieve la relevancia clínica de este problema.
El impacto de la ansiedad en la vida del perro y su familia
La ansiedad no solo compromete el bienestar del perro, sino también la relación con sus tutores. El mismo estudio señala que la falta de diagnóstico y tratamiento adecuado puede conducir a problemas de convivencia graves, abandono e incluso eutanasia, una realidad que diversos autores también han documentado (Overall, 2013; Ogata, 2016).
Para los tutores, convivir con un perro con TAG puede ser frustrante: el animal nunca parece estar tranquilo, presenta reacciones exageradas a estímulos cotidianos y su calidad de vida se ve afectada de manera constante.

Tratamiento: un enfoque integral
El manejo del TAG en perros requiere un abordaje multimodal, que combine medidas clínicas, etológicas y de educación canina.
- Intervención etológica
- Evaluación individual del entorno y de los desencadenantes de la ansiedad.
- Modificación ambiental para reducir estímulos estresantes.
- Protocolos de desensibilización y contracondicionamiento aplicados por un etólogo o educador canino especializado.
- Tratamiento clínico
- En casos moderados o graves, puede ser necesaria la farmacoterapia.
- El tratamiento farmacológico siempre debe estar supervisado por un veterinario colegiado con formación en comportamiento canino.
- Educación canina y apoyo al tutor
- Enseñar al tutor a reconocer signos tempranos de ansiedad y responder de manera adecuada.
- Ejercicios de autocontrol, enriquecimiento ambiental y rutinas predecibles ayudan a disminuir la incertidumbre que refuerza la ansiedad.
- Evitar castigos o medidas aversivas, que empeoran el cuadro clínico y aumentan el sufrimiento del perro.
Avances recientes y perspectivas
La investigación de la UNAM representa un paso clave: estandarizar criterios diagnósticos del Trastorno de Ansiedad Generalizada en perros basados en evidencia, y no solo en observación subjetiva. A su vez, estudios recientes con neuroimagen y biomarcadores fisiológicos apuntan a que los perros con ansiedad presentan alteraciones en el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, lo cual refuerza la similitud con el trastorno en humanos (Tiira et al., 2016; Salonen et al., 2020).
Esto abre la puerta a diagnósticos más precisos y a tratamientos más personalizados, donde la etología clínica se apoye en herramientas objetivas como la medición de cortisol, la variabilidad de la frecuencia cardíaca y evaluaciones estandarizadas de conducta.
Conclusión
El Trastorno de Ansiedad Generalizada en perros ya no puede ser considerado una rareza clínica. Gracias a estudios como este, hoy sabemos que su prevalencia es real y que tiene un impacto profundo en la calidad de vida de los animales y sus familias.
Para los tutores, reconocer que la ansiedad no es “un mal comportamiento” sino una condición clínica es el primer paso para buscar ayuda profesional. Con un abordaje integral —etológico, clínico y educativo— es posible mejorar el bienestar del perro, restaurar la convivencia y prevenir desenlaces tan trágicos como el abandono.
En la vida cotidiana, aprender a escuchar lo que nuestro perro nos comunica con su cuerpo y su conducta puede marcar la diferencia entre la frustración y la convivencia armoniosa.
